2001 USA - DIR: Frank Darabont
INT: David Ogden Stiers, James Whitmore, Jim Carrey, Martin Landau, Laurie Holden
Valoración: No lo lamentará
"Es un soplo vivificador que, en medio de tanto patriótico ardor, tanto Pearl Harbor, tanto Daño colateral, tanto Black Hawk derribado, alguien se atreva a discrepar."
¿Todos cuantos ayudaron a los progresistas y a los comunistas estadounidenses, en los años 30, en todas sus causas reivindicativas, eran realmente activistas convencidos? De creer lo que cuenta el guión de Michael Sloane, ciertamente no: alguno hubo que se dejó llevar por el ardor de su bragueta y acabó en un míting tras las faldas de una mujer... lo que, solo una década después, le habría de costar muy caro. Estamos, pues, ante una ficción ambientada en la Caza de Brujas, el siniestro período que se abre, para Hollywood primero, y para todos los EE.UU. después, en 1947. Y ante una peripecia protagonizada no por un aguerrido, convencido ciudadano, sino por un tipo cualquiera; no por Gary Cooper, sino por el payaso oficial de la casa, Jim Carrey, una vez más alejado por completo de su personaje y ejemplarmente al servicio de una causa (artísticamente) mayor.
El periplo de este personaje, guionista de los estudios y sorprendente, funcionalmente amnésico es el que cuenta, con su parsimonia habitual ¿recuérdese La Milla Verde¿, Frank Darabont. Pero no se piense que estamos ante una película realista, o ante una pulcra reconstrucción histórica. Antes bien, el terreno en que se juega la ficción es el de la fábula progresista, una de esas benditas películas liberales y bienpensantes de las que estábamos tan desasistidos en los últimos tiempos.
Porque mucho de fábula tiene, y de lección moral, por consiguiente, la historia de este uomo qualunque que aprenderá en carne propia cómo se las juega la América siniestra, la de la cerrazón y el fanatismo. Mucho tiene, igualmente, de canto al cine: la puesta en marcha, tras largos años de clausura, de una sala, el Majestic del título, es como una reinauguración de la vida en un pueblo tranquilo y demasiado afectado por la tragedia.
Y mucho tiene, en fin, de lectura contemporánea una peripecia centrada en las tribulaciones de un hombre enfrentado a la maquinaria más poderosa, la de la propaganda fanática de un Estado al pie del totalitarismo. Es un soplo vivificador que, en medio de tanto patriótico ardor, tanto Pearl Harbor, tanto Daño colateral, tanto Black Hawk derribado, alguien se atreva a discrepar y a recordar que en otros momentos históricos también se anatemizó al disidente... pasando por encima de los más elementales principios democráticos.
>>Para quienes creen en la capacidad autocrítica americana.
Lo mejor: Camaleón Carrey.
Lo peor: el tempo narrativo, excesivamente estirado.
crítica de fotogramas
INT: David Ogden Stiers, James Whitmore, Jim Carrey, Martin Landau, Laurie Holden
Valoración: No lo lamentará
"Es un soplo vivificador que, en medio de tanto patriótico ardor, tanto Pearl Harbor, tanto Daño colateral, tanto Black Hawk derribado, alguien se atreva a discrepar."
¿Todos cuantos ayudaron a los progresistas y a los comunistas estadounidenses, en los años 30, en todas sus causas reivindicativas, eran realmente activistas convencidos? De creer lo que cuenta el guión de Michael Sloane, ciertamente no: alguno hubo que se dejó llevar por el ardor de su bragueta y acabó en un míting tras las faldas de una mujer... lo que, solo una década después, le habría de costar muy caro. Estamos, pues, ante una ficción ambientada en la Caza de Brujas, el siniestro período que se abre, para Hollywood primero, y para todos los EE.UU. después, en 1947. Y ante una peripecia protagonizada no por un aguerrido, convencido ciudadano, sino por un tipo cualquiera; no por Gary Cooper, sino por el payaso oficial de la casa, Jim Carrey, una vez más alejado por completo de su personaje y ejemplarmente al servicio de una causa (artísticamente) mayor.
El periplo de este personaje, guionista de los estudios y sorprendente, funcionalmente amnésico es el que cuenta, con su parsimonia habitual ¿recuérdese La Milla Verde¿, Frank Darabont. Pero no se piense que estamos ante una película realista, o ante una pulcra reconstrucción histórica. Antes bien, el terreno en que se juega la ficción es el de la fábula progresista, una de esas benditas películas liberales y bienpensantes de las que estábamos tan desasistidos en los últimos tiempos.
Porque mucho de fábula tiene, y de lección moral, por consiguiente, la historia de este uomo qualunque que aprenderá en carne propia cómo se las juega la América siniestra, la de la cerrazón y el fanatismo. Mucho tiene, igualmente, de canto al cine: la puesta en marcha, tras largos años de clausura, de una sala, el Majestic del título, es como una reinauguración de la vida en un pueblo tranquilo y demasiado afectado por la tragedia.
Y mucho tiene, en fin, de lectura contemporánea una peripecia centrada en las tribulaciones de un hombre enfrentado a la maquinaria más poderosa, la de la propaganda fanática de un Estado al pie del totalitarismo. Es un soplo vivificador que, en medio de tanto patriótico ardor, tanto Pearl Harbor, tanto Daño colateral, tanto Black Hawk derribado, alguien se atreva a discrepar y a recordar que en otros momentos históricos también se anatemizó al disidente... pasando por encima de los más elementales principios democráticos.
>>Para quienes creen en la capacidad autocrítica americana.
Lo mejor: Camaleón Carrey.
Lo peor: el tempo narrativo, excesivamente estirado.
crítica de fotogramas
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