Varios críticos calificaron a Eterno resplandor de una mente sin recuerdos como una “comedia romántica” original. Cuesta entender esta consideración cuando el guión de Charlie Kaufman -nominado al Oscar por Ladrón de orquídeas y ampliamente reconocido por ¿Quieres ser John Malkovich?- va mucho más allá, con un planteo filosófico sobre conceptos tan complejos como el amor, el tiempo y la propia existencia
Lejos de apostar al tono de comedia, el director francés Michel Gondry
elige un estilo surrealista que aborda el drama de Joel Barish (uno de
las mejores actuaciones de Jim Carrey), obsesionado con la idea de
borrar de su mente todo recuerdo que lo ate a su ex novia Clementine
Kruczynski (la muy convincente Kate Winslet). Para ello, recurre a una suerte
de tratamiento médico, por momentos parecido al electroshock, cuya
puesta en marcha hará que el personaje termine debatiéndose entre la
necesidad de olvidar (para ponerles fin a su despecho) y la voluntad de
aferrarse a su experiencia de vida (para mantener intacta la identidad).
Desde el punto de vista formal, la película rompe con la cronología
convencional y, en cambio, apuesta a un relato fragmentado y circular a la
vez. En este sentido, es probable que el espectador detecte la mano de
Gondry, adiestrada en el arte del videoclip. Seguramente también
recordará otras películas como la innovadora Memento o la morbosa
Irreversible que también se caracterizan por “deconstruir” -más que “construir”-
una historia.
De esta manera, mediante elipsis, saltos narrativos, artilugios
escénicos y de iluminación, Eterno resplandor… se permite transitar el
laberinto psíquico de sus personajes, así como jugar con la arbitrariedad
temporal. Por suerte en este caso, el talento de la dupla Kaufman-Gondry
sortea los peligros de confusión y de desvariación que podrían surgir
de tantos giros argumentativos.
El único problema, quizás, es que semejante preocupación por la
prolijidad formal del relato haya opacado la presencia de los personajes. En
otras palabras, como espectadores corremos el riesgo de estar tan
atentos a “armar” la historia que descuidamos nuestra relación directa con
los protagonistas.
Tal vez por esta característica Eterno resplandor…sea un film
intelectual antes que emocional. Esto no significa que genere indiferencia
(que levante la mano quien no se haya sentido identificado con la
desdicha de Joel). Tampoco significa que se trate de un discurso sentencioso
y, por lo tanto, tedioso. Simplemente estamos ante una propuesta que
privilegia el ejercicio reflexivo en detrimento de una compenetración
sentimental profunda.
No obstante, la película de Charlie Kaufman y Michel Gondry no deja de
conmover. Al contrario, uno queda impactado después de verla, como si
efectivamente hubiera recorrido los laberintos de la mente humana cuando
intenta olvidar o ignorar la amargura del desamor. Tristeza, desazón,
fatiga son algunas de las sensaciones registradas. Sensaciones que, mal
que mal y después de todo, nos mantienen vivos y, por suerte, alejados
de aquel eterno resplandor propio de una mente sin recuerdos.
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